Secciones Históricas

Hespérides - Victoria

Domingo, 13 de marzo de 1949

 

CAMPEONATO DE CANARIAS

REAL HESPÉRIDES

REAL CLUB VICTORIA

 

El Real Club Victoria se proclama CAMPEON DE CANARIAS 

Su buena "renta" del primer encuentro no pudo ser remontada en La Laguna

3 - 1. Con todos los honores, tras una campaña sin igual, el Real Club Victoria se ha calzado, una vez más, el máximo título del Archipiélago en una tarde llena de malos presagios, en la que por vez primera en la presente temporada ha conocido el sabor amargo de la derrota. Pese a la "osadía"  del adversario, ha sido tan pobre su empresa que no llegó a culminarla y se dejó en el camino el triunfo que no mereció, y mucho menos el título que quiso lograr. Porque la brillantez de una conquista se distingue o desprestigia  por el espejo del sistema que se emplee para lograr lo que se pretende. Y el Real Hespérides ni hizo honores para conquistar el galardón moralmente, ni técnicamente tuvo categoría para ello, aunque todas las facilidades y ambiente estuvieran de su parte, incluso contando con la base más firme para ello, como es "el dejar hacer" de un árbitro, permitiendo que unos muchachos nobles y llenos de juventud queden a merced de unos futbolistas - como Rosado - esgrimiendo armas innobles y antideportivas.

HernándezAmbiente ante el partido. Apenas llegamos a Santa Cruz pudimos palpar el ambiente de pesimismo que, en gran parte, ahogaba al optimista de los fanáticos que creían en un triunfo amplio y holgado de los laguneros. En la sede de los tinerfeños se notaba el mismo ambiente. En la noche del sábado La Laguna recibió una lluvia fuerte que duró cerca de cuatro horas, dejando el campo en estado inservible para la práctica del fútbol. Gran parte de él convirtió la pelea en un jugar de chicos en la playa, "chingándose" agua mutuamente mientras el balón, indiferente, se negaba a salir con facilidad de aquellas lagunas. En la mañana de hoy domingo llegó al puerto santacrucero el correillo interinsular con más de setecientos seguidores del Victoria, los cuales se unieron a los muchos que se habían desplazado días antes por vía aérea y marítima.

A la hora de comenzar el encuentro el Estadio del paseo de La Manzanilla se encontraba totalmente cubierto. En las gradas los grupos simpatizantes de cada bando ponían la nota de color de la gran lucha. Pancartas y banderitas enarbolaban el optimismo de los victoristas que por la noche convertirían el barco de regreso en plaza de pueblo en día de fiesta.

Al comenzar el partido, el Hespérides sacó un "tercer equipo" que, luciendo jerséis amarillos, en número de siete u ocho y portando otros tantos balones, se situaron por las bandas para ceder balones secos en cuanto uno salía fuera del campo. Cerca de diez balones habían preparados. Y comenzó la lucha con las primeras advertencias del árbitro para evitar que se cambiaran las pelotas. Pero esto sólo fue al principio. Después, al igual que todo lo imaginable, el árbitro hizo caso omiso. Lo mismo si lanzaban dos balones como si Rosado daba un alevoso e indignante golpe a cualquier adversario y lo dejaba en el suelo. A la cuarta vez de esta heroicidad, Matos del Toro le dijo: "Si no juega correcto lo expulso". ¿Qué tendría que hacer un jugador para ser expulsado?

El partido. El Victoria causó magnífica impresión a los tinerfeños. Los gritos laguneros con que se inició la lucha fueron apagándose ante el juego visitante. Estos no salieron a defender una ventaja, sino a dar la batalla en toda la regla, y cuantas jugadas de peligro o avances bien trenzados nacían eran de color victorista. La impresión más generalizada era de que el Hespérides no remontaría la ventaja. En la parte del naciente del campo, por la izquierda, una gigantesca laguna imposibilitaba todo juego. Todo lo que se enviaba al extremo Miguel, allí se ahogaba. En cambio el Hespérides se desenvolvía con más peligro en la zona victorista por las mejores condiciones del terreno, creando dos o tres ocasiones de peligro que la gran actuación de Hernández bajo los palos, jugándose el físico a cada minuto, neutralizaba. Se juega a gran tren por ambas partes. Tanto la defensa como la medular victoristas defienden el terreno como leones. La delantera, con un juego bastante espectacular de Miguel y Peña borda arrancadas briosas y en una de ellas centra admirablemente Miguel y Tacoronte falla un testarazo que iba gritando gol. Los victoristas continúan mandando mientras los laguneros atienden más al hombre que al balón, actitud en la que no destaca el conjunto, sino dos o tres de sus jugadores, entre los que se distinguen Rosado y Arturo. Las rodillas de Miguel y Oramas así como la ceja de Beneyto lucen el sello inconfundible y sucio de Rosado, que con la indiferencia del árbitro se despacha a su gusto ante la indignación de las gradas en general. Por el minuto cuarenta hizo el Victoria su gol con un balón de la derecha que Quino empujó con gran serenidad hasta el fondo de la red, a donde no llegaron otros tiros magníficos porque Cándido, el meta lagunero, también estuvo magnífico de colocación y seguridad. En el minuto cuarenta y cuatro hacía Agustín el empate en una jugada relámpago tras la ejecución de una falta.

ManolínSegunda parte. El Hespérides, huyendo del gran charco de la derecha carga su juego por la izquierda con gran velocidad y acierto, acertando veinte minutos de buen jugar que fue enfriándose y siendo ineficaz ante las brutalidades de algunos de sus hombres que quisieron conseguir en unos minutos, por cualquier medio, lo que fueron incapaces de realizar en la primera parte. A los nueve minutos blocó Hernández en magnífica estirada un balón de la izquierda, pero estaba en situación forzada y salió desviado hacia Agustín que fusiló en segundo. Mantiene el Hespérides su reacción algún tiempo más para pasar nuevamente el Victoria al mando del partido con desplazamientos largos de sus extremos. Llegó el último gol al minuto cuarenta y dos, precedido de fuera de juego, empujones, etc. Cuando el balón bombeado llegaba a la altura de Hernández éste y cuantos defendían entraron en la meta de la manera más ilegal, pero el árbitro señaló gol. Un minuto después se cuela Méndez, en fuera de juego, y larga un pildorazo que pudo ser el empate a goles, pero un palo lo rechazó. Así terminó esta lucha de principios alentadores y continuación deplorable.

Destaquemos la valiente y heroica actuación de Hernández bajo los palos, aunque muchos chichones en su cabeza le costaron. Magnífica la zaga, especialmente Castañares. Cumplieron muy bien los medios así como la delantera, todo ello dentro de aquel terreno inadecuado.

El Hespérides no hizo el encuentro que podía darle el triunfo. Algunos de sus hombres echaron por tierra la ética deportiva mientras sé los permitieron, que duró noventa minutos. Ni se hicieron acreedor al triunfo ni supieron o no pudieron apuntarse méritos para dejar satisfechos a nadie.

El arbitraje. El arbitraje de Matos del Toro fue deplorable. Dejó hacer lo indecible, dio explicaciones a cuantos las requerían de mal o buena manera. Su debilidad y torpeza para enjuiciar la labor estuvo a punto de encender una tragedia entre los jugadores, que tenían sus piernas al borde de la fractura con el visto bueno de una dirección arbitral inadmisible.

Hespérides: Cándido; Miguel, Jerónimo; Pedrín, Rosado, Arturo; Palma, Melquiades, Florencio, Agustín y Anita.

Victoria: Hernández; Castañares, Yayo; Vieira, Quino, Beneyto; Miguel, Manolín, Tacoronte, Peña y Oramas.