Secciones Históricas

Victoria - Hespérides

Domingo, 6 de marzo de 1949

 

CAMPEONATO DE CANARIAS

REAL CLUB VICTORIA

REAL HESPÉRIDES

Los victoristas, en un gran encuentro vapulearon a los laguneros hesperidistas

 

4 - 1. Y a pesar de todo, el marcador dijo la verdad a medias, porque si es sincero no hubiera regateado un par de goles más al Victoria, ya que nuestro equipo sacó esta vez todas las sortijas que tenía guardadas en los cofres de su historia y nos regaló un fútbol de "sarao diurno" como no recordamos en fechas cercanas. Detrás de nosotros oíamos continuamente: "El Victoria está haciendo un partido maravilloso", y esto no tendría ninguna importancia si los autores de tales exclamaciones no fueran directivos del Hespérides. Pero eran ellos sorprendidos y admirados; que - decían - "no veían" al Hespérides, sin querer enterarse que la culpa era del Victoria, que no le dejaba asomar.

PeñaEn esta tarde extraordinaria de nuestros campeones no podemos, aunque lo intentemos, buscarle un fallo a su conjunto. Empezando por Tacoronte, que nos brindó un auténtico "doble" jugando con más sabiduría que Sancho Panza, sereno cuando había que serlo, brioso cuando el caso requería el derrumbe de la valía defensiva, y por el acoso adversario de que fue objeto ante su gran juego los interiores encontraron el camino más ancho para brillar toda la delantera capitaneada por un Peña embalado hacía el estrellato de las futuras grandes figuras por sus magníficas condiciones. Hoy fue un coloso. Atrás una medular señorial, con el mando cansino - y hasta elegante nos pareció - de Quino, con un Vieira incansable y un Beneyto que ha anulado todos los retos, parando, secando y obstaculizando totalmente toda el ala derecha tinerfeña; tres hombres magníficos cortando y empujando a una delantera que dio lección de juventud y moral a un adversario veterano, pero excesivamente veterano... Más atrás Castañares y Yayo en plan de rompeolas, defendiendo a un Montes que, en las pocas intervenciones que hubo de emplearse acusaron más seguridad y confianza. En fin, fuimos a ver al Victoria y nos encontramos con el Real Victoria.

No vino el Hespérides a defenderse. Salió arreando de firme, confiado en su valía y - de esto estamos seguros - ninguno de ellos pensó ni un momento encontrarse con este adversario que aún no ha conocido la derrota luchando en "todos los mares" del archipiélago. Los minutos - diez o quince - con qué los laguneros nos intranquilizaron fueron apagándose a medida que los porteños comenzaron a desparramar el tarro de las esencias. Y empezando por el juego sereno de nuestra medular y los aciertos de Tacoronte, el Hespérides comenzó a esfumarse y estar a merced de un dominio abrumador. No se pudo encontrar así mismo el campeón tinerfeño. El Victoria le enredó en el bordado de su juego y de él no pudo zafarse más que en los cinco minutos finales, cuando el Victoria, escrito el poema de un 4-0, exteriorizaba el cansancio producido por el brillante y heroico esfuerzo de sus hombres.

El mayor mérito de la actuación victorista radicó en el gran resurgir de conjunto en los momentos en que, al principio, el Hespérides jugaba rápido y con peligro en las botas de sus hombres, equipo que no llegó a cuajar en lo que puede rendir porque los nuestros tomaron las riendas de la pelea y no las abandonaron hasta el final. Un triunfo por puntos, pero de gran superioridad, porque el Hespérides supo responder en los minutos finales de agobio, cuando marcó su gol y estuvieron a punto de subir otro.

La delantera local tiró cuanto y como quiso. Muchos momentos, en el dominio general del Victoria, atravesó el Hespérides de verdadero embotellamiento. Arrancaban los porteños en corto por el centro o largo por las alas con jugadas que eran un primor. Solo Pedrín en la medular daba sensación de seguridad, pero también hubo de sucumbir ante la superioridad. Cándido, bajo los palos, estuvo muy bien, pese a los cuatro goles. Su colocación y seguridad evitó una goleada muy sonada.

CastañaresEl Estadio ofrecía un gran aspecto. Tal era el lleno. Los victoristas respondieron muy bien al calor que recibía de las gradas y tras los primeros ensayos a gol, con intervenciones de Tacoronte y Peña, así como unos tiros de Manolín, que no encontraron el camino del gol, y unas brechas profundas que abrían Miguel y Oramas con centros muy buenos y exactos, a los quince minutos estampó Oramas su firma en el primer gol, en un balón de Miguel que engarzó Tacoronte con Peña y éste con Oramas y tiro raso de éste a la base de un poste. Continúa el Victoria actuando brillantemente, con gran  rapidez, por alto y, especialmente por bajo, y seis minutos después hace Peña un gran gol al cabecear con mucha inteligencia un soberbio centro de Miguel. No se entrega el Hespérides, pero tampoco sale de su campo sino a duras penas. A los treinta y cinco minutos llegó el tercero y último de la fase inicial. Centro bombeado de Oramas, acudiendo Tacoronte y Peña al remate, pero el balón entró con un grupo de atacantes y defensores. En la segunda parte el Hespérides modifica su medular. Rosado pasa a la derecha, Pedrín al centro y Melquiades a la izquierda, pero ni así...

La segunda parte fue de igual tónica, un equipo que domina jugando muy bien y un adversario incapaz de sacudirse la presión, pero sin entregarse totalmente. Al Victoria todo le sale bien, pero ahora no encuentra tantas facilidades para el gol, aunque logra otro al minuto treinta y siete, en jugada Tacoronte-Oramas y disparo sereno de Peña hasta el fondo de la red. Los laguneros van de mal en peor. Cuando solo restan cinco minutos de pelea los porteños, invisiblemente cansados, ceden algo de terreno, aprovechándose los visitantes para cortar distancia con un gol de Agustín, y a punto estuvieron de lograr otro, pero no llegó, y son tres los goles de lastre que tendrán los laguneros el domingo en su guarida frente a un Victoria en un gran momento, con un margen muy grande de ventaja y una superioridad técnica tan manifiesta que nos hace ser francamente optimistas.

Padrón realizó un fácil arbitraje, al que colaboraron los jugadores con su buen comportamiento