NUESTRAS FIGURAS DE AYER
PEPE CORREA
Silueta del mejor "goal-keeper" que ha dado Canarias, el de la emoción
PEPE CORREA. Como todos los críos empezamos a jugar con la clásica pelota de trapo sobre la arena de la playa, a marea baja. Los puestos aún no eran muy definidos, pues para formar los "teams", generalmente dos de los críos erigiéndose en capitán de uno y capitán de otro, iban escogiendo a los suyos hasta formar el equipo ideal. Era rara la jornada "futbolera" en que no terminábamos a la piña limpia. Otras veces, corriendo como consecuencia de la aparición del "guindilla" y algún que otro caso llevando en nuestras posaderas "algo de muestra" de la respetable autoridad.
Al paso del tiempo junto a mi hermano Federico - nos dice - fundamos al Ferreras F. C. no pudiendo seguir jugando en mi demarcación de centro delantero, teniéndolo que hacer de portero, puesto que nunca había ocupado.
Defendiendo el marco ferrerista, los triunfos en este club le sonreían, hasta tal punto de que era el "coco" de los "teams" de la segunda categoría. Destacándose de una forma envidiable, no era fácil, hoy como ayer, perforar su puerta.
Como consecuencia de los sonados triunfos y de su "peculiaridad", se convirtió en baluarte del marco de su portería. Desde ese momento sus aficiones se fijaron en la defensa del arco. La hacía mucha ilusión parar "shoot". Indudablemente que tiene un especial encanto el fastidiar al prójimo. ¿Quieres meter por entre los palos el balón? Pues te fastidias, no lo metes.
Como era de esperar y hasta lógico y más en aquellos tiempos, al final ingresó en las filas del filial del Victoria.
En cierta temporada hubo un momento en que el Real Club Victoria se encontró sin guardameta. Era una de esas rachas de tragedia que azota de cuando en cuando a este o aquel club. Ante tal circunstancia el cuadro técnico tira del filial, segundo equipo, colocando bajo los palos a Pepe Correa, al tener una actuación brillantísima, queda definitivamente en el primer once del club de sus amores.
En su inicio las porterías canarias estaban bien defendidas. Había una buena hornada de "goal-keeper": Trujillo, Amador, Climent, Padrón y por supuesto Correa. Todos ellos tenían sus virtudes, eran valientes, colocación, vista... pero faltaba algo... Para jugar al fútbol como para todo hay que poner algo más que todo esto "alma" y ahí está la clave de los posteriores triunfos de Correa. Un "pibe" cerebral, consciente del lugar que ocupa en el equipo, poniendo en la lucha toda la esencia de su juventud, y aunque de menos estampa anatómica que sus otros colegas, suplía la falta con su extraordinaria agilidad y colocación impecable y por encima de todo su entusiasmo, ese entusiasmo delirante que pone al servicio de su "team", haciendo de su marco un valladar casi infranqueable para sus adversarios.
Dice Correa, el portero victorista, que la mayor emoción que sintió en su vida futbolística fue parar el "shoot" por bajo, colocado a un ángulo, que le lanzó Zabala, en el encuentro disputado entre el Real Club Deportivo Español de Barcelona y el Real Club Victoria, un domingo 30 de agosto de 1925, en el Campo de Deportes España y máxime encontrándose en la otra portería, nada más y nada menos que el "gran" Zamora.
Fue aquella una jornada decisiva para el club tantas veces Campeón. Los españolistas se batían en el ambiente más propicio. Todo el público porteño y capitalino que durante el encuentro anterior estuvo dividido, llegada la jornada terminal, formó el frente único de los partidarios que deseaban para todos los isleños la conquista del triunfo para canarias.
La lucha tenía que ser lucida, porque los españolistas sólo podían vencer ateniéndose rigurosamente a la táctica defensiva y contragolpe que le habían aconsejado. Pero, ¡ay!, que los noventa minutos parecen a veces otros tantos siglos, y los del club blanquinegro", entonces en apogeo de su eficacia, jugaban con todo el fuego impetuoso del grupo que no reserva, que tiene en el ataque cinco jugadores equivalentes a otros tantos arietes que pugnan por forzar la portería rival.
Estamos en posesión de asegurar que nunca nos ha impresionado tanto un portero como Correa aquella tarde. ¡Qué cosas hizo Correa!
Las suyas fueron intervenciones eficaces, sobrias; pero entre todas, aquella parada inicial fue la que salvó al Victoria de una cierta catástrofe.
Es indudable que en las contiendas futbolísticas juega un papel a veces decisivo el estado de ánimo. Por eso, aun para los equipos más habituados a jugar ante cualquier público, la manifiesta hostilidad o apasionamiento de éste influye notoriamente en el conjunto.
En otras ocasiones, son las jugadas iniciales felices las que levantan el espíritu de los jugadores, ó bien un "goal" en contra produce la reacción esperada que convierte al ofendido en grupo que se asegura la victoria definitiva.
Iniciaron el juego los catalanes, y su línea de ataque, que constituía la clave del éxito de aquel Español, más aún teniendo en cuenta el potencial de su portería, defendida por el portentoso, colosal, majestuoso y muchos otros adjetivos, vencedor hasta entonces por su homogeneidad, avanzó maravillosamente sin hallar seria resistencia en las líneas intermedia y defensiva. Por fin, cerca del "goal", un poco sesgado, Zabala el virtuoso "equipiers" y entonces más discutido, largó un zurdazo raso dificilísimo, que fue recto como una bala a la portería. Creíamos todos instantáneamente en el primer "goal" españolista, pero la serenidad de Correa ganó allí, en aquella décima de segundo precisa, el triunfo local. Fue su estirada rápida, elástica, alcanzó el balón en su trayectoria muy cerca del poste, y, alargando los brazos y las puntas de los dedos, acertó a desviar el disparo, que fue, lamiendo el poste, a producir el córner.
Y no sólo aquella parada, a la que siguieron otras muchas intervenciones felicísimas.
Sea dicho con sinceridad, Correa, el guardameta del Real Club Victoria es uno de los "goal-keeper" menos ensalzados, y no por ello menos discutido, entre cuantos jugadores actúan por Canarias debajo de los palos. Y sobre todas las otras cualidades, tiene la de su modestia habitual, que le hace extraordinariamente simpático. Técnicamente tiene un gran concepto del juego, y une, a la gran colocación, una seguridad completa para sujetar la pelota, sabiéndose deshacer de ella acto seguido dirigiéndola hacia donde más conviene.
En él tiene el Real Club Victoria, al propio tiempo que un buen jugador, uno de los más leales y entusiastas defensores de los colores blanquinegros.
El Real Club Victoria obtiene el triunfo sobre el Español de Barcelona, de una manera brillante y vengando por lo tanto las derrotas de sus camaradas.
Ahora veamos la jugada cumbre de la temporada y es la que dio el goal del triunfo. Martín, centro medio del Porteño que por indisposición del titular del Victoria juega hoy en su lugar, hace un quite a Zabala, pasando el balón a Álamo y éste que siempre ha demostrado ser un temible enemigo para los porteros, lo cede a su interior derecho Armas, el cual de una manera majestuosa chuta cejado y a pesar de que Zamora se tiró a evitar el tanto, no por ello dejó el balón de seguir el derrotero que su maestro le había impuesto. Este "goal" produce en el respetable la natural alegría y fue calorosamente aplaudido.
La anécdota del partido estuvo cuando Colls iba a rematar un centro del extremo derecho ante el marco de Correa, le sujeta con las manos González, y el "nazareno" que observa esta falta la castiga, pero Zamora que cree una bajeza para su once titular un penalty, siendo como era partido amistoso, ordena a Zabala que al ejecutar el castigo lo haga por fuera, haciéndolo y recibiendo en premio a esa noble labor el unánime aplauso del respetable y la felicitación de Ortiz, capitán del equipo. Muy bien señor Zamora, pero creemos que cuando un equipo va perdiendo se debe tirar el castigo, máxime que no sabíamos si se podía parar o no el penalty, pues nos parece algo de perdona vida el privar a Correa de lucir sus cualidades de guardameta, y esto nos suponemos lo crean los mismos jugadores.
Concluyendo.
Una vez le preguntaron:
- Y la serenidad hará mucha falta ¿no? Sobre todo en un penalty.
- Es el momento más duro para un guardameta. A mí, en un principio, me llena de intranquilidad, pero cuando veo que lo van a lanzar ya no sé que me pasa. Lo cierto es que vuelve a mí la confianza, y siempre me lanzo con la decidida intención de pararlo.
Sería interminable seguir escribiendo sobre Pepe Correa, esa "figulina" agilísima que parece que se va a romper, ha sido uno de esos "ases" de la época de oro, considerado por todos, el guardameta de la emoción.