Domingo, 4 de febrero de 1934
Debut internacional del "Athlétic" y fracaso ante el
"Combinado" CHILE-PERUNO
0 - 3. Triste suerte la del Athlétic. Jamás le dan un encuentro con los equipos de "pa fuera", y hoy que le dieron uno se le ponen en contra hasta los elementos meteorológicos. La vedad es, que es como para cortarse la coleta. Por que eso de hacer un "debut internacional" y fracasar en el empeño, aburre a cualquiera. Aunque también es verdad lo que decían ellos, en forma airada, al terminar el encuentro:
- Hemos sido engañados. Se nos contrató para jugar un encuentro de fútbol, y no de water-polo. ¡A esto no hay derecho!
Y es verdad. A esto no hay derecho. O lo que es lo mismo: que no había quien se mantuviera "derecho" en el campo -¿campo, o ciénaga? -, porque por cada despeje que se intentaba se producía un espectacular patinaje o una desagradable zambullida en "rala", y no de gofio, precisamente.
Los del Pacifico, hombres acuáticos, al fin, se valieron de esta desventaja local y, nadando como patos, aburrieron a los atléticos paisanos hasta hacerles perecer por inmersión. Crimen este, que quedará impune.
Pero más vale dejarse de estas tonterías y pasar a eso que en lenguaje histórico se llama narración de los hechos. Y decir de paso que Carmelo Morales, hecho una sopa, perdió hoy su elegancia en el temporal que corrieron el Athlétic y el "All Pacific", y encontró, en cambio, un constipado. Las dos víctimas se alinearon así:
Athlétic: Zacarías; Rafael, Lalo; Castillo, Medina, Coquino; Prieto, Valido, Castilla, "El Claca" y Corona.
All Pacific: Valdivieso; A. Fernández, Maquilón; Landa, Arce, Astengo; Luco, Alegre, L. Fernández, Tovar y Scheeneberger.
Las gradas, como están en remojo, no permiten que los espectadores pongan sobre ellas sus posaderas. Y aunque la protesta en mayúscula, nadie se apercibe de ello, porque solo son cuatro gatos los que se aventuran a presenciar el encuentro. Cosa que se explica después de todo, porque ya sabemos el miedo que los gatos le tienen al agua. Así es que si solo fueron cuatro, hay que ensalzar encima su heroísmo.
El encuentro empieza con una pequeña "garujita". Y a los cinco minutos L. Fernández, al rematar un pase de Tovar, le abre al Athlétic la primera vía de agua. Y ahí tienen ustedes a los chicos porteños preocupados en la tarea del "achique". Medios y defensas se apelotonan como estopa ante el marco de Zacarías con la intención de cubrir la grieta.
Pero a los doce minutos de juego, ese Tovar, que parece que se alegra con la desgracia de sus contrincantes, coloca un segundo impacto en la llaga atlética, agravando de ese modo la triste situación de éstos. Y ahora sí que ya no encuentran alivio a sus males, porque con los medios de que disponen a bordo no se puede evitar el naufragio. Pedir auxilio sería un remedio, ¡pero a quién?
Alegre, que presencia con alegría cruel la situación desesperada de nuestros probables campeones, se ensaña en la desgracia que los aflige y, en vez de echarles una "mano", le dispara un tercer cañonazo que derrumba totalmente las pocas ilusiones de salvarse que aún tenían las huestes de Antonio Hernández.
El Athlétic, después de esto, es hombre al agua. La desmoralización cunde en sus líneas, pareciéndole a uno que entre esos marineros no hay capitán que mande. Y en medio de ese desbarajuste termina el primer tiempo.
Y sin gana ninguna, por las cosas que están pasando y por las que van a pasar, nos disponemos con mil apuros a presenciar el segundo tiempo.
Aunque también la lluvia se cae del cielo cuando Carmelo suena su pito, notamos al poco rato que un rayito de sol alumbra el camino atlético. Y estos se ponen la mar de contentos, pensando en aquello de que "cuando el sol sale, sale para tos". Pero al poco rato Febus se esconde tras una nube, llevándose consigo las esperanzas atléticas de marcar. Por eso ni "El Claca", ni Prieto, ni ninguno de ellos, a pesar de algunas peloteras ante el marco de Valdivieso, aciertan con el agujero. Se ve que han perdido el pulso, y junto con él, la puntería. Y lo que es peor, la paciencia. De aquí que Corona y Arce se enzarcen en unos cariñitos más o menos honestos, y que Astengo y Rafael, contagiados también, quieran repetir la escena.
Pero la autoridad de Carmelo, que no es mucha se interpone y prohíbe tan feas cosas. Lo que no tiene nada que ver para que momentos después Landa y Corona reincidan en sus aficiones y originen lo que se llama una verdadera batalla naval, que dejó tamañita a la de El Callao, con guardias de asalto y todo. Menos mal que después de un rato cesó el fuego. Pero a causa de la refriega el referee tuvo que dar de baja en la escuadra, por inservibles, a dos barcos: Corona y Landa, que abandonaron las líneas de combate mohínos y cabizbajos.
Y así, a duras, como si dijéramos, aguantó cada uno el resto del tiempo, hasta que Carmelo descubrió en su reloj que era la hora.