A finales de 1914 se inauguró el primer campo de juego acotado, ubicado al final de la calle del Sagrado Corazón de María, siendo el primer terreno que poseía el Club Marino. En el se jugaron encuentros memorables, algunos de ellos con clubes de la vecina Isla picuda. El gozo del Marino por su cancha no duró mucho, ya que por desavenencias entre algunos directivos de la Sociedad se fue al traste.