Martes, 3 de junio de 1947
EL DETALLE
Canarias tiene su rango deportivo
Ya es hora de que por las altas esferas deportivas se considere en lo que vale y significa el fútbol canario. En lo insular se ha conquistado un prestigio cuya resonancia ha traspasado nuestros propios horizontes. Y en las páginas del Libro de Oro del fútbol hispano, en sus gestas internacionales, han quedado impresos nombres de jugadores de estas islas: Padrón, Hilario, Arochita, Campos, Arencibia, Machín, Pérez, Luis Valle, Jorge...
No se trata de un fútbol incipiente, que comienza en los albores de una fecha reciente. Nuestro fútbol data cerca de medio siglo de existencia. Y son muchos los esfuerzos los sacrificios y sinsabores de una afición por mantenerlo siempre en primer plano, descollando en el concierto de las demás manifestaciones deportivas. Todo lo registrado en ese amplio período de vida activa, debiera encontrar una justa compensación y el calor del estímulo, no el olvido deprimente, doloroso y lamentable.
Canarias tiene su rango deportivo. Ha sonado la hora justa de que se atiendan nuestros problemas y se les dé urgente solución, sin dejarlos sumidos en el más desolador e incomprensible abandono, mientras otras regiones son celosamente atendidas y estimuladas. Somos filiales del máximo organismo rector y no siempre tenemos que ser resultantes de unos artículos reglamentarios, sino parte integrante de esa misma legislación. Uno más por nuestra historia y prestigio, no uno menos en el momento de las equitativas resoluciones.
No se trata del caso actual planteado. Necesitamos en evitación de otros más, readquirir la personalidad que se nos ha restado, sintiéndonos y encontrándonos debidamente atendidos, y no menos representados. Nuestro fútbol no puede estar a merced de antipáticas pasioncillas, que tiene su cuenta en el capricho o astucia del querer "ser", cuando en lo imperativo no se "es".
El deporte tiene su significación y su postulado sano, como medio de formación de juventudes. Por eso se ha dicho que lo importante no es conquistar victorias, sino saber aceptar derrotas. Y si el deporte es también "escuela de educación ciudadana", pongamos todos unos granos de arena no fomentando insanas pasiones; pero, para el logro de esa finalidad, el ejemplo ha de surgir desde arriba. Que cuando en las alturas federativas cierran las puertas y no reciben el clamor de una afición - en este caso los clubes -, nadie se extrañe si llamando una y otra vez a esas mismas puertas, se da un fuerte aldabonazo con el impulso de una historia y de un prestigio.