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Iberia - Marino

Domingo, 4 de febrero de 1945

 

CAMPEONATO DE CANARIAS

 

C. D. IBERIA  <>  MARINO F. C. 

 EL MARINO, NUEVO CAMPEÓN DE CANARIAS

 

 También en  el segundo encuentro vence al Iberia

2 - 4. Los miles de espectadores que se dieron cita hoy en el Estadio del Tenerife, estarán de acuerdo con nosotros en que lo sucedido durante el Iberia-Marino final del Campeonato de Canarias, no tiene precedentes en la historia del fútbol tinerfeño. La lección de antideportividad no pudo ser más perfecta, ni más sostenida. Y partiendo de esta base irrefutable, ¿no sería preferible pasar por alto estos noventa minutos?

MolownyPero, no. Podría interpretarse como cobardía por nuestra parte. O falta de competencia. O falta de serenidad. Y ya cumplimos una misión dentro del deporte, procuremos desmenuzar el encuentro de hoy, y sacar a relucir sólo lo que tenga de útil, informativo y aleccionador.

Pecaron los jugadores y pecó el árbitro. ¿Quién primero? (Estamos ante el eterno dilema: ¿Quién fue primero: el huevo o la gallina?) Creemos más correcto decir que el pecado corrió a cargo de todos.

Los primeros cinco minutos, que todavía podían llamarse "de juego", transcurrieron tranquilos, en plan de tanteo. Bastaron para que el Marino forzara dos córners y descubriera que su arma secreta estaba localizada en el ala izquierda.

Comenzó el público a impacientarse ante la pasividad de los locales. Replicó fuerte la grada iberista, y comenzó el león a soltarse la melena. A los seis minutos, sacó Asensio una falta, Bello se enredó con el balón, pero pudo apuntar con apuros y, débilmente pero muy colocado, tiró al marco de Cristóbal. ¡Gol...! Pero no. El árbitro había señalado fuera de juego a Teodoro, que ni comió ni bebió en la jugada. Primera gran bronca.

Unos minutos de juego fuerte. Presiona el entusiasmo del Iberia, ya que no su mejor juego. Anotamos un acoso de Núñez a Cristóbal, a los trece minutos, pero le fue cortada la marcha por un violento empujón de un defensa, que hizo rodar el iberista por el suelo. Y, rápidamente, el árbitro dio media vuelta... y no vio, "oficialmente", nada. Las protestas arrecian. Y arrecia el juego fuerte, que se va tornando en peligroso. Manotea el árbitro, dando a entender "que no pasa nada" cuando todos veíamos que se estaba amasando un violentísimo temporal... A los dieciocho minutos, la delantera iberista, con Bello a la cabeza, remató en tromba una falta sacada por Nóbrega. El balón llegó a la red, y se convirtió en el primer gol, a pesar de estar precedido por falta a Cristóbal.

Poco duró el contento en los blanquinegros, pues tres minutos después, Minguine, en claro fuera de juego, se llevó un balón cedido por Molowny y lo alojó en la red de Cándido de un tiro espléndido.

Después... "¡aquí no pasa nada!", según se desprendía de las señas pacifistas del árbitro, mientras rodaban por el suelo jugadores, se daban patadas con o sin balón, sin que la máxima autoridad en el campo intentase otra sanción que una enérgica reprimenda, poniéndose furioso y todo...

Entremos deprisa en la segunda parte. Antes de dar comienzo, el árbitro reunió a los muchachos en el centro del campo y les hizo prometer que se comportarían como buenos chicos.

Asistimos a veinte minutos de buen juego. Del uno al veinte. La única fase estimable del encuentro. Y en ella pesó más el Marino, que evidenció poseer un conjunto más discretito y un ala izquierda sencillamente magnífica. El 1-2, cuando apenas iban tres minutos, fue producto de un magnífico pase de Molowny, que Minguine, con ese galopar largo que le es característico, llevó a buen terreno y remató de un disparo muy cruzado.

Se apagó el Iberia, que pocas veces dio sensación de equipo conjuntado y potente. Pero de vez en cuando daba sus arremetidas. Una de ellas, la más sencilla - trece minutos de juego - se convirtió en el segundo empate. El balón fue de Bello a Teodoro y de Teodoro a Bello en zig-zag exacto y profundo. Finalmente, empalmó Bello sobre la marcha y el balón siguió hasta la red pese a los esfuerzos de Cristóbal.

Breve presión del Marino con buenas intervenciones de Cándido. Se cambian las tornas y la meta del Marino pasa por un peligro grande. Vuelve a la carga el equipo azul y otra vez es Minguine el que se lleva el balón al galope, y en postura difícil lo devuelve al centro. Campos tiene el buen acierto de dejarlo pasar, y Zuppo, que venía a todo gas, lanzó un trallazo que batió sin remedio a Cándido.

Un minuto después... al minuto veinte. Victoriero tocó a zafarrancho con una agresión incomprensible a Bello en las propias barbas del árbitro, sigue el clásico "¡aquí no pasa nada!" y sólo nos queda por reseñar el cuarto gol del Marino, a los veintitrés minutos, nacido en un servicio de Pinilla, que Molowny llevó limpiamente a la red.

CristóbalSi, señores... no pasó nada. Como último dato estadístico, expulsión de Pinilla a los treinta y cinco minutos de juego, y de Bartolo, a los cuarenta y dos. Faltando medio minuto se suspendió el encuentro durante gran rato, y después se recuperó el pico.

Desde luego, si el árbitro desde el comienzo le da a su actuación el tono obligado de autoridad - amigable si se quiere, pero autoridad - y suprime enérgicamente el primer asomo de violencia, sin dar lugar al segundo, entonces hubiéramos sido nosotros los propietarios de la frase "aquí no pasa nada".

Y si los jugadores, desde el comienzo, se hubieran dado cuenta de que son profesionales de un deporte, que cobran por jugarlo correctamente y con una reglamentación, que deben el máximo respecto al público, al árbitro y a sus rivales, tampoco hubiera pasado nada.

Pero todos se olvidaron de su cometido. Abundó el nerviosismo, y, desatadas las pasiones de la clase C, el juego dejó de ser juego, y el público se sintió decepcionado, indignado, etc. etc.

Corramos un velo y roguemos por que pasen rápidamente los días y se olvide esta ingrata jornada. Estamos en vísperas de una competición que enfrentará a los mejores equipos de Tenerife y Las Palmas y es preciso que la Liga tenga un desarrollo normal para que redunde en beneficio del fútbol de ambas provincias.

Citemos a los jugadores más correctos: Cándido, Sosa, Nóbrega, Teodoro y Viera, por el Iberia. Y Cristóbal, Méndez, Campos, Molowny, Minguine, Oramas y Zuppo, por el Marino. Pero no tome en consideración, el número de los que no nombramos. Hay quien "brilló" por un batallón...

Alineaciones:

Iberia: Cándido; Sosa, Mario; Arturo, Eusebio, Nóbrega; Teodoro, Núñez, Bello, Viera y Asensio.

Marino: Cristóbal; Polo, Victoriero; Bartolo, Oramas, Méndez; Pinilla, Zuppo, Campos, Molowny y Minguine.

Dirigió el encuentro el colegiado de Las Palmas, Juan García. Rematadamente mal.

Otro modo de ver las cosas 

Partido para la polémica ¡Esto no es deporte!

El triste episodio de un mal partido. Y las consecuencias de un peor arbitraje

Acotaciones, más allá de... Venció los "populares" a los "iberistas" por el tanteo de 4-2. Partido de vuelta del Campeonato de Canarias, celebrado en Santa Cruz de Tenerife, entre los Campeones Regionales de Tenerife y Gran Canaria,  "Iberia" y "Marino". Asistimos este domingo en el Estadio al espectáculo más deplorable que hemos presenciado en todos los tiempos del deporte en Canarias. Algo insólito. El fútbol, convertido en un duro y bochornoso experimento de batalla campal. De una batalla agresiva y provocadora, que alimentó en toda su extensión la inexplicable arbitrariedad de un colegiado, para el que nada sirvió la oportuna advertencia de la autoridad. Fue el responsable principal de aquel cuadro de desenfreno brutal y alevoso que iba al correr de cada minuto provocando la ira y la protesta justificada del público que se dio cita en nuestro primer campo de deportes para asistir a una pugna deportiva y no a la caza del jugador, con el marchamo de un señor investido de la máxima autoridad dentro del terreno de juego.

Lo que vimos este domingo en el Estadio santacrucero no puede repetirse. El fútbol español está hoy regido por hombres que han dado al deporte su verdadero sentido: una lucha noble y caballerosa, dentro de la rivalidad de los colores en pugna y la trascendencia de estas grandes jornadas decisivas de los torneos oficiales. Tenemos confianza en el fallo de las entidades federativas a las que incumbe la misión de encausar todo desvío y toda trasgresión de las líneas y el espíritu de los Reglamentos. Ni don Juan García - árbitro del encuentro - debe volver a pisar como juez un campo de fútbol, ni tres, cuatro, cinco o más jugadores de los veintidós que formaban los dos equipos, deben ponerse la camiseta en muchas semanas o meses, para salud del deporte y satisfacción de los millares de espectadores que tuvieron la desdicha de presenciar la estampa casi rifeña de esta última jornada del Campeonato Regional de Canarias. Si los Organismos federativos tinerfeños - y al frente de ellos se encuentran en estos momentos personas de todo respeto y solvencia y de absoluta moralidad deportiva - no obran de esta forma, entonces habría que buscar en otra parte la responsabilidad de las tristes enseñanzas que pudieran heredarse de cuanto ocurrió en el encuentro a que nos referimos.

BartoloSu fallo no puede tener atenuantes, cuando se trata de buscar un remedio radical a un mal tan profundo. Y a la vista de nuestras Federaciones esta toda la magnifica legislación del Consejo Nacional de Deportes y de las Federaciones Españolas, que entra de lleno en el caso que ahora atrae toda la atención de los ámbitos deportivos de las dos provincias.

No hay otro camino: mano dura. Si no se hace así, es preferible cerrar los campos de fútbol y no pensar más en las competiciones interregionales.

El árbitro "lanzó" la primera piedra. Anuló un "goal" del Iberia caprichosamente, alegando un fuera de juego que nadie vio. Y en un encuentro donde un tanto decidía grandes cosas, eso es intolerable. Anuló aquel "goal" y fue luego permitiendo cuantas brutalidades se les ocurrían a los jugadores, iniciadas por los defensas del Marino y secundadas por otros jugadores, tantos marinistas como iberistas,  en las que también un zaguero llevó parte principalísima. El caso del medio ala del equipo blanquiazul, Bartolo, expulsado del campo después de una serie de violencias increíbles y no acatando la orden con la misma complacencia del juez, que le permitió seguir jugando, es uno de tantos botones de muestra del lamentable episodio de este Iberia-Marino de este domingo. Un árbitro zarandeado por los jugadores, envuelto a última hora en el tumulto de patadas y puñetazos en colectividad y suspendiendo el partido antes del tiempo reglamentario, complementan aquel cuadro que no estuvo tregua en los noventa minutos - y que ha sido como decimos al principio, la página más cruda, que hemos presenciado en Canarias desde los primeros tiempo de nuestro fútbol.

El marcador señaló al final del partido la victoria del Marino sobre el Iberia por el tanteo de 4 - 2

El primer tanto lo marcó el equipo tinerfeño, de un cabezazo de Bello, empatando el Marino de un tiro muy bien colocado del extremo Minguine.

Al comenzar la segunda parte desempató Minguine, de otro tiro colocado. Bello logró el segundo tanto iberista, al rematar limpiamente un pase de Teodoro. Y luego marcó otros dos goles el equipo azul, por mediación de sus interiores Zuppo y Molowny.

Esto fue lo que ocurrió en el marcador. Una victoria del Marino F. C. Una actuación gris del Iberia, por debajo de sus anteriores encuentros. Todo esto oscurecido ante el imperio del trancazo y desbordamiento de la mala educación. Y, presidiendo todo, la insensatez del juez de campo.

¡Esta si que ha sido una final histórica!